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23 de mayo de 1958: Lapidación y asesinato de Savvas Menikos

“Y muerto, lo dejaron en un charco de sangre”…

Este es probablemente uno de los asesinatos más brutales jamás perpetrados en Chipre. La víctima fue Savvas Menikos, asesinado el 23 de mayo de 1958 en el pueblo de Lefkoniko. Menikos era miembro del partido del pueblo trabajador de Chile, AKEL, un trabajador y padre de seis hijos. Había sido “advertido”, “a tiempo” por los fanáticos de extrema derecha de la organización ultranacionalista EOKA para que abandonara y dejara las filas de la supuesta organización “traidora” AKEL y cesara todas sus actividades sindicales.

En la tarde del 23 de mayo de 1958, Menikos regresaba de Famagusta a Lefkoniko, y de allí en su bicicleta a su pueblo de Goufes. En el camino fue arrestado por hombres armados. Como el propio jefe regional de la EOKA, Fotis Papafotis, reconoció unas décadas después (1991), el crimen fue su propia “obra”. “Ordené a la Organización que arrestara a Menikos, lo inmovilizara en una plaza de Lefkoniko y convocara a la gente en la plaza y que después de denunciar su postura antinacional, lo liberara para que pudiera ir a su pueblo. La orden fue cumplida por los hombres armados exactamente como fue dada. Desafortunadamente, Savvas Menikos no pudo soportar las burlas y mofas de la gente y murió de un ataque al corazón.”

No cabe duda de que Menikos murió no a cusa de un ataque cardíaco. Menikos fue atado al eucalipto delante de la iglesia y fue apedreado hasta morir por una multitud que había sido reunida para escupir al “traidor”, como vociferaban los encapuchados de EOKA desde un megáfono. Un testigo ocular dijo que “la mayoría de ellos ni siquiera sabían quién era ese supuesto traidor”.

Menikos expiró su último aliento y murió, mientras que otro miembro de AKEL, Demetris Giasemi Matsoukos, que no “obedeció” las amenazas contra AKEL fue asesinado ese mismo día en Gypsou, una aldea cercana a Lefkoniko. Ese día, otros ocho miembros de AKEL ya habían sido asesinados por los hombres armados y enmascarados de Grivas (el jefe militar de EOKA), mientras que en los años siguientes iban a ser testigos de un alargamiento de la lista de miembros de AKEL asesinados. Por lo demás, Grivas había manifestado sin ambigüedades sus intenciones. “En lo que respecta a los comunistas, el principio que he señalado desde un comienzo deberá ser aplicado. Es decir, deben ser atacados y humillados, para que no puedan desempeñar un papel en la escena política, ni en el campo de batalla”; además lo advirtió al arzobispo Makarios: “lanzaré una guerra abierta contra ellos”.

Esto no era sino una faceta que buscaba repetir en Chipre lo que había sucedido en Grecia unos años antes. Su objetivo era provocar y forzar a AKEL para que diera una respuesta y desencadenara una reacción armada por los asesinatos de sus militantes y miembros; obligar y empujar a AKEL a una guerra civil que debía estallar para que los colonialistas británicos pudieran intervenir y contribuir al exterminio del movimiento comunista. Después de todo, AKEL operaba en la clandestinidad desde 1955, luego de que los gobernantes británicos lo declararon ilegal por ser su verdadero problema.

A pesar de la dolorosa prueba en dos frentes, AKEL no cayó en la trampa que se había urdido. Por supuesto, en los últimos 60 años, no ha podido presentarse ni una sola prueba de parte de las Asociaciones de miembros de EOKA que ilustre la supuesta “traición” cometida por los militantes y miembros de AKEL asesinados. Hoy día, todas estas atrocidades de la extrema derecha pueden escucharse como formando parte del pasado, de un tiempo que ha transcurrido irrevocablemente. Sin embargo, las preguntas sobre el “¿cómo?” y el “¿por qué?”, sobre las causas y las consecuencias de ese criminal odio anticomunista, todavía esperan una merecida respuesta. “¿Cómo podría el fatídico eucalipto evitar sentirse estremecido por los escalofríos del horror, por el agobiante peso del dolor?”, tal y como sigue preguntándose el gran poeta comunista chipriota Tefkros Anthias …

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